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Mostrando las entradas de 2020

Describa su dolor

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Detrás de la puerta me esperará con su sonrisa imperativa para decirme: “describa su dolor”, pero como nunca he podido entender esa pregunta, sólo abriré demasiado los ojos -¿Qué querrá que le diga? ¿Existirá una respuesta correcta? ¿Cómo podría describir el dolor? O más bien, cómo le explico que éste debe sentirse diferente porque es el mío. Aunque no sea el más especial del mundo, es el que mejor conozco; tal vez sirva decirle que se siente como un calor zumbante parecido a un enjambre, pero también a veces me arde pavorosamente, aunque pensándolo mejor, es más parecido a la angustia que deben sentir las farfalas en capullo. A veces cuando no lo reconozco, me pone en posiciones incómodas y me transforma en una mujer molesta. Creo que por eso mejor no le digo que me duele, porque seguro me pedirá que vuelva cuando pueda describir mi dolor, y tal vez para entonces hayan desaparecido los síntomas. Mientras, conservaré mi enferma gratitud a las infusiones de alcohol y ...

Nutrición funcional

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T engo más de un año en terapia tratando de sanar mi relación con la comida, así que lo que seguía en este proceso de lo que llamo mi revalorización era entender de manera documentada y científica cómo debo cuidar mi cuerpo pensando en sus condiciones (osteopenia, hiperlaxitud articular, osteoartritis, etc, etc...) y por favor,  sin estar pensando en las calorías -que es algo que a mi cuerpo le tiene sin cuidado-, así que contacté a la mejor trofóloga de Guadalajara (mi amiga Silvia) y me dio clases y consultas incluso a media noche.  Me dijo con todas sus letras que pertenezco a la clase de mamíferos bobos que toman leche de un mamífero distinto, mamífero que además tiene 4 estómagos y que tiene como misión amamantar a un becerro de 700kgs lo que no sé por qué creía que estaba bien hasta que lo planteó así. En resumen:  no, no puedo consumir leche y la amo como los becerros... pero es uno de los 5 venenos que tengo que sacar de mi sistema por ahora: leche, láct...

De cómo me di cuenta de que yo también soy perfecta.

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Cuando era niña, luego de la sexta operación, los médicos recomendaban para mi rehabilitación, además de la s terapias, que buscara un deporte; que no me quedara quieta, y aunque todos nos decían que lo ideal era la natación porque es un deporte muy noble con el cuerpo lastimado, yo escogí gimnasia olímpica. Lo más bonito de la historia es que mis padres me metieron al instituto casa blanca que era el único lugar que daba gimnasia olímpica en la ciudad (estaba en una callecita por la que entonces era la Avenida del Campestre) y ahí soñé mucho tiempo que yo también iría a las olimpiadas y ganaría medallas como Nadia, porque nadie como Nadia… supongo que mis padres me hablaron de ella (si no, ¿de dónde lo saqué?) y llegué a ver no sé cuántas veces el video donde logra el 10 perfecto, “She´s perfect” (tuvo 6 en su vida). Mi maestra de gimnasia olímpica se llamaba Tina y no aceptaba un no por respuesta, si yo le decía “yo no puedo hacer eso”, me decía: "entonces en la presentac...